En el Día de la Invención de la Cruz, 3 de mayo, se repite cada año el mismo ritual, el montar estos altares, pero de distinta forma, revistiéndolos con flores, con los símbolos de la Pasión de Cristo, con las secuencias de "estos paisajes del alma" en los que se entrega la esperanza y la promesa, una petición recurrente: la Paz que a todo debería envolver.
En mayo se suceden festividades que nos acercan más al campo, a la espera de recoger los frutos, al deseo de que las lluvias no nos esquiven. Mayo se inicia de esta manera con una muestra extensiva de agradecimiento, dejando atrás el dolor de la Pasión de Cristo y entrando a través del arco florido de una naturaleza exultante en la festividad a la Virgen. Ahora que el campo ha dejado de oler a espinos y la genista impregna nuestro olfato, a la espera de que la retama y el olivo mezclen sus aromas, ahora, no permitamos que la esperanza escape de nuestras vidas, intentemos colaborar en un mundo mejor.
Les dejo con estos calvarios que se suceden por la población, gracias por mantener esta tradición.
Una cruz por los que partieron, una cruz por los que padecen, una cruz para reinstaurar la Paz.
Una cruz que cristaliza la humildad; dos, para abrazar al amigo; tres, para unir al mundo.
Una vela encendida, tres clavos oxidados, una corona de espinas, un imperecedero sudario, palabras que toman sentido al decirlas, velos que son abrazos, flores que nos recuerdan que la primavera sigue su camino.
(Las dos primeras cruces las ha montado el niño Juan José Huéscar Ballesteros, es de agradecer que las nuevas generaciones mantendrán esta antigua tradición.
Conforme me vayan indicando dónde se ubican más cruces las iré añadiendo, gracias)
Rosa Cruz.
En Travesía Ramón y Cajal.
Em calle Cervantes.
En calle Aire.
Bar Quiniela.
Cruz de Alfonso, en calle Antón de Castilla
(Ubicada en doble espacio)
