Un auténtico multiusos.
Como herramienta de transporte: Se llevaba el pienso al gallinero junto con las mondaduras de la fruta. Y para no venir de vacío, se traían los huevos en el mandil. Y de que había pollos, para acercarlos a la lumbre para que no se enfriaran.
Se subía la colada a las cuerdas de la cámara y como era costumbre, no se venía de vacío, se bajaban las patatas de la cámara. "Voy a aviarlas" decía.
Se subía la colada a las cuerdas de la cámara y como era costumbre, no se venía de vacío, se bajaban las patatas de la cámara. "Voy a aviarlas" decía.
Para la higiene: Igual valía para limpiar los mocos de los niños que de las niñas, con el pico te sacaban las motas de los ojos y las legañas. Cuando la visita tocaba a la puerta se recogían las migas con prisas de la mesa y se lanzaban con atino al corral y luego se pasaba como paño de limpieza y se quedaba el hule impoluto.
Te lavaban los pies en la palangana y con el mandil te los secaban.
Mi abuela se lo desataba y ahuyentaba las moscas.
Y quitaba las telarañas de los rincones donde no llegaba con las manos.
Se le quitaba el polvo a los cubiertos.
Había pues dos clases de mandiles: el de "batalla" y "el curioso", este último era para ir a hablar con la vecina mientras se barría la calle y en cuyos bolsillos nunca faltaba media galleta de máquina y bolas de anís, que nos daban siempre, y una laña o imperdible en el peto que la usaban como expertas cirujanas para sacarte las espinas que te clavabas. También había una aguja enhebrada con hilo para volver a fijar por si venía al caso algún botón suelto, había que ir preparados, bastante pintaba Mcgiver para las abuelas. Las bolsas de plástico no existían y cuando pasaba el hortelano, el mandil se llenaba con verduras y hortalizas.
Escribo estas palabras en homenaje a esa prenda que tanto usaron nuestras abuelas, para que no se pierda en el tiempo.
Escribo estas palabras en homenaje a esa prenda que tanto usaron nuestras abuelas, para que no se pierda en el tiempo.