Hace unos días veíamos en el canal de Castilla la Mancha los murales que están pintando en el pueblo una serie de "artesanos", me gusta esta palabra, del pincel. Algunos ya concluidos, otros, como la serie de dibujos que está haciendo nuestro cartero, Julián, sin terminar.
Así Puebla intenta mostrar algo más que un histórico torreón, principio y final en esta entrada abierta a toda suerte de murales que con el tiempo irán poblando paredes en blanco.
Pero vayamos al principio, porque este de Javier Villarreal, a la entrada del pueblo según vengamos de Almedina o Terrinches, fue el primero que abrió la "veda".
Intentemos hacer un recorrido.
Los siguientes los encontraremos en la calle Fuente con Travesía del Castillo.
El de la derecha es de Luis Villarreal.
Un homenaje a las mujeres del campo.
A su izquierda, el de José Moya.
También con una mujer, en la trilla, reflejo de tiempos pasados.
En la misma travesía, con el castillo de fondo, podemos ver el de José Antonio Rubio.
Si revisamos las imágenes de televisión podemos observar que es el único mural que pasó casi desapercibido. Quizás por su ubicación.
José Antonio me explica el porqué de su diseño.
Sobre un fondo, el Universo, una cometa que simboliza la línea de la carretera desde Terrinches, esa vía que el tomó durante años debido a su trabajo.
En un extremo, el escudo del pueblo, a continuación el yin y el yang, la dualidad presente en todo lo existente; para terminar con la silueta de Puebla.
Un trabajo concienzudo.
Dejamos atrás la iglesia y ascendemos por la calle Cervantes.
De nuevo, Javier Villarreal, nos deja otro mural de un vistoso colorido.
Los burros que ya no trotan por las calles.
Acabamos con el de Julián Luis Medina y con ese "reto" que se ha planteado de pintar, en alrededor de 22 metros, una serie de imágenes que tengan algo que decir.
Observamos el desaparecido lavadero del pueblo y de nuevo mujeres, lavanderas.
Me explica que su pintura es dinámica como la voz de estas gentes que avivan con sus recuerdos la fuerza del pincel: "Los caños echaban más agua" le dicen.
Me despido con el ojo que mira hacia el interior de Puebla, hacia su historia detenida por la silueta de un torreón que ha visto pasar siglos, bastión del alma de un pueblo.
Ahora solo esperamos que los colores sigan adueñándose de paredes en blanco, que cada uno exprese sus sentimientos, sus inquietudes, su personalidad, en forma de dibujos que perfilen a un pueblo del Campo de Montiel.
(Texto y fotografías de Rosa Cruz).
